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lunes, 12 de octubre de 2009

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Tomé la micro y el paisaje no podría haberme parecido más encantador. Eran las 8 de la mañana y la vida recién comenzaba, no había pasado ni esperanza futura, sólo los nombres de las calles y ese recorrido que no había hecho antes. Bajé y te llamé, pasaste por mí, con tu cara de niña y tus secretas intenciones y me condujiste a tu casa, a tu cama, a tu vida, que por entonces era un pooco mía.
El reloj marcó las 6 de la tarde señalando que no te volvería a ver y así fue. Un fragmento de presente que hoy es sólo un montón de recuerdos imperfectos.