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martes, 13 de enero de 2009

Ego Freudiano

Lo lamía parafernálicamente, sin ninguna decencia. Sus manos recorrían toda su suave superficie. En un arranque de pasión desenfrenada, lo mordió, casi arrancándole un pedazo.

¡Dulce intoxicación!

Las otras personas, más preocupadas de alcanzar el último metro, pasaban con las mismas caras cansadas de siempre.

La mujer entregábase a sus más bajas pasiones. Alguna otra, la miró con envidia notoria. No podían hacer lo mismo o la culpa rondaría sus cabezas.

Lentamente, llegó al éxtasis. ¡Qué observaran, no importaba!

Había terminado, mas no se daba por satisfecha

Así que del bolsillo, sacó otra barra de chocolate y continuó comiéndola.

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